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A Thousand Suns - La Reinvención de Linkin Park 10 años después

  • Foto del escritor: Ernesto Rodriguez
    Ernesto Rodriguez
  • 3 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 3 sept 2020




El tiempo suele poner las cosas en su lugar, incluyendo en la música. Hace que revisemos nuestra opinión sobre las cosas y personas. En ocasiones, hace que un disco que considerábamos importante nos parezca un poco sobrevalorado, y otras veces logra que trabajos que dejamos pasar consigan nuevas dimensiones. Es el caso con la más radical reinvención a la que se ha atrevido Linkin Park, su disco de 2010: ‘A Thousand Suns’


‘A Thousand Suns’ es un trabajo extraño. Por un lado, es la culminación de los experimentos electrónicos que desde su debut habían aparecido en la discografía de Linkin Park, y al mismo tiempo es su primer experimento con un disco conceptual. Este es un trabajo que gira alrededor del miedo a un apocalipsis nuclear y al crecimiento descontrolado de la tecnología, una idea que Mike Shinoda y Chester Bennington mantenían en su mente hacía años. Ambos músicos nombraron trabajos como el ‘Kid A’ de Radiohead o el clásico ‘Dark Side Of The Moon’ de Pink Floyd.


El resultado es un disco que mantiene los sonidos de hip hop y metal que habían caracterizado al grupo hasta ese momento, pero que no le tiene miedo a sacar influencias de otros lugares. Ejemplos abundan, desde los sonidos de la india, el ambient, e incluso un flow de reggae en “Waiting For The End”. Líricamente, el grupo tampoco tiene miedo de dejar ver sus influencias dejando salir referencias, dejando ver nombres como Public Enemy o Jay-Z.


A pesar de todo, el nuevo acercamiento no necesariamente rompe con la identidad de la banda. Hay canciones como “Wretches And Kings” o “Blackout” que cumplen con las características que hicieron a la banda icónica, pasando de hip hop a metal en segundos, siempre apoyándose en las voces de sus dos vocalistas. Bennington en particular deja uno de sus mejores trabajos, no solo con los gritos de siempre sino mostrando un lado mucho más melódico de su voz en baladas como “The Radiance”, “The Messenger” o la ya icónica “Iridescent” (Honestamente ese tema es lo mejor que ocurrió en todas las películas de Transformers).


La culminación de todos estos nuevos experimentos es el primer sencillo del disco y su penúltimo track: “The Catalyst”. Un tema que combina las guitarras con los sintetizadores y otros elementos electrónicos a la perfección. Líricamente trae a la primera fila todos los temas que el grupo presentó en el resto del disco de cómo seguimos viviendo bajo el yugo de las armas nucleares, todo esto antes de esta nueva guerra fría que vivimos gracias a Trump, el covid, Putin y esta locura de década que pasamos desde que se lanzó el disco. Cuando Chester Bennington grita al final del tema “Let me go” con su voz más gutural uno no puede sino acompañarlo.


A pesar de todo hay algunos desaciertos menores -hay demasiadas piezas ambientales usadas para conectar temas- y aunque la banda sabe cuándo recurrir a sus cualidades más rockeras, por momentos se les extraña. Son problemas muy secundarios, que solo vale la pena nombrar como ejercicio crítico y que no manchan al todo.


‘A Thousand Suns’ fue quizás el último gran disco de Linkin Park, aunque llegaron a tener sencillos bastante exitosos posteriormente, y ha conseguido cierto nivel de culto desde entonces. No está de más desempolvarlo estos días, en los que todo parece tan oscuro como en las peores pesadillas de Bennington y compañía.



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